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LA VIDA SEGÚN OLAFUR ELIASSON

YORDANIS RICARDO PUPO

Dicen que Olafur Eliasson (Copenhague, 1967) sitúa la experiencia del espectador en el núcleo de su arte. Esto podría ser solo una frase bonita, si no fuera porque en nuestra reciente visita al Museo Guggenheim Bilbao hemos quedado encandilados por una exposición suya, en la que hemos sido nosotros, y solo nosotros, los verdaderos protagonistas.

Una treintena de piezas, realizadas entre 1990 y la actualidad, forman esta retrospectiva con la que el artista danés (de padres islandeses), intenta llevar nuestra atención hacia algunas de las cuestiones más candentes de la actualidad, como el cambio climático o la obligación que tiene la raza humana de proteger los recursos del planeta.

Sus esculturas, fotografías, pinturas e instalaciones nos han hecho viajar por “la vida real” y ver el mundo a través de sus ojos. Hay luces, niebla, metales reflejantes de nuestras propias carencias… y musgos, cascadas de agua, hielo procedente de glaciares… todo para desafiar nuestra manera de percibir el entorno y la forma en que nos movemos en él.

Aquí descubrimos la pasión de Eliasson por las formas geométricas. De ello da fe “Sala de maquetas” (2003), con 450 modelos, prototipos y estudios de geometría de diversos tamaños que han salido de su estudio o de su larga colaboración con el artista, matemático y arquitecto islandés Einar Thorsteinn (1942-2015); algunos se han convertido ya en obras de arte o en construcciones arquitectónicas y otras de seguro terminarán siéndolo.

Tras la enorme pecera que contienen las maquetas (propiedad del Moderna Museet de Estocolmo), nos adentramos en una obra tan sencilla como genial. “Tu sombra incierta” (2010) incluso podría pasar inadvertida, pues se trata, aparentemente, de una pared blanca en la que es nuestra presencia la clave de su funcionamiento: “Cinco focos de color proyectan su luz sobre una pared donde los colores se mezclan y generan luz blanca.

Sus experimentos con la luz también se pueden ver en “Proyección de ventana” (1990), “Aspirante” (1991) y “Descripción de un reflejo o un agradable ejercicio sobre sus cualidades” (1995). En las primeras –creadas cuando aún era estudiante de la Real Academia Danesa de Bellas Artes–, emplea diferentes tipos de luz para alterar la experiencia del espacio y la arquitectura. En todas, los mecanismos son, aparentemente, simples y están a la vista; aunque verlos funcionar es más fácil que intentar explicarlos.

Los siguientes temas en la lista de intereses de Eliasson son la naturaleza y el clima; quizás, porque en su infancia y juventud pasó mucho tiempo en Islandia, un paraíso natural donde, lamentablemente, se nota demasiado ese cambio climático que algunos se empeñan en ignorar.

Para demostrarlo, el artista ha recabado pruebas documentales que demuestran el deshielo y otras desgracias causadas por el calentamiento global; se cree que solo en Groenlandia, la subida de las temperaturas ha ocasionado la pérdida anual de casi 300 000 millones de toneladas de hielo, una cifra que se espera continúe aumentado de manera drástica.

Así, para “La serie del deshielo de los glaciares 1999/2019”, fotografió en 1999 varias docenas de glaciares islandeses, a los que ha vuelto 20 años después… Al comparar las imágenes, el resultado es, cuanto menos, alarmante.

También en esta sala llama la atención un “Ventilador” (1997) eléctrico suspendido del techo a través de un cable, que se mueve de forma errática e irregular por el espacio, donde hay, además, un largo “Sofá de niebla” (2019) compuesto por segmentos modulares y tapizado con una singular tela de lana tejida –diseñado en colaboración con la marca de textiles danesa Kvadrat-, que evoca la ondulación de la arena que deja atrás la marea al bajar.

Con frecuencia, Eliasson utiliza hielo de glaciar en su trabajo, como una forma de llamar a la acción contra el cambio climático. En “Pabellón de la presencia de la ausencia” (2019), un vaciado de bronce hace visible el espacio desocupado por un bloque de hielo que se ha derretido, mientras que en “Corrientes glaciares” (2018), sitúa trozos de hielo sobre aguadas de pigmento, creando así concentraciones y disoluciones de distintas tonalidades a medida que el hielo se va derritiendo en el papel sobre el que está colocado.

Algunas de sus piezas, como “Máquinas de olas” (1995), replican fenómenos de la naturaleza, mientras otras literalmente la imitan, como “Pared de liquen” (1994), creada con liquen de renos escandinavo, una obra viva que no esperas encontrar en un museo; como tampoco esperas descubrir una cascada entre la penumbra de una sala, y allí está, a imagen y semejanza de las cataratas de Islandia.

Estás esculturas son, quizás, las más conocidas de Eliasson. Y una de ellas (“Cascada”, 2019) quedará permanentemente en la ciudad, instalada ya junto al estanque exterior del Museo. La estructura, de más de once metros de altura, en la que andamios, bombas y mangueras quedan a la vista, se mezcla con el paisaje urbano que la rodea y enriquece aun más el entorno del Guggenheim, poblado ya de arañas, perros, tulipanes, fuentes de fuego o de nieblas…

También, y desde mediados de la década del noventa, el artista utiliza espejos y reflejos para influir en la forma en que percibimos las cosas y a nosotros mismos… En ese sentido, la multitud de reflejos de “Tu visión espiral” (2002), “Tu ventana planetaria” (2019) y “Tu futuro imaginario” (2020), reconfiguran lo que vemos.

Cada pieza se estructura según un principio geométrico regular, pero complejo. Al artista le interesan especialmente las espirales, pues generan “una sensación de energía dentro y fuera del objeto gracias al juego de luces y sombras plasmado en las paredes circundantes”.

Hasta hoy, las únicas obras de Olafur que habíamos visto eran unas lámparas, que quizás por su montaje, pasan desapercibidas en el CAC de Málaga. De esta serie, en las que el color y las formas geométricas son protagonistas, se exponen varias en Bilbao: “Esfera de viento frío” (2012), “Partícula de polvo de estrellas” (2014) y “En la vida real” (2019).

Convencido de que el arte puede trascender las fronteras del museo y tener un poderoso impacto sobre el mundo, Eliasson ha utilizado la energía solar para llevar algunas de estas lámparas a comunidades sin electricidad. Así, muchos niños de Senegal pueden hacer las tareas escolares gracias a su proyecto Little Sun, que cuenta con el apoyo de la Diputación Foral de Vizcaya y el propio Guggenheim Bilbao, que vende algunos de sus prototipos en su tienda.

La labor social del artista –Embajador de Buena Voluntad del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)–, incluye también talleres artísticos para refugiados y solicitantes de asilo, y proyectos que abordan temas a los que se enfrenta el mundo en la actualidad, como el cambio climático (Ice Watch) y las migraciones (Luz verde-taller artístico).

Para terminar este recorrido por la obra de Olafur Eliasson hay que hacer referencia a dos salas-obras donde, otra vez, la percepción del espectador lo define todo –hay que aclarar que no están hechas para claustrofóbicos ni para personas aprensivas, y que es obligatorio usar el gel de manos antes de entrar, además de la omnipresente mascarilla facial, que ya es parte de nuestra vida cotidiana, tanto para visitar museos como para pasear por el campo o la playa–.

Luz u oscuridad, se puede escoger. Si se opta por el color (ya hemos visto que en el uso de la luz el danés es un maestro) hay que cruzar las puertas de “Tu atlas atmosférico de color” (2009). Una vez dentro, caminaremos entre una serie de bancos de niebla producida artificialmente y bañada en los tres colores primarios, procedentes de cientos de fluorescentes instalados en el techo.

La visibilidad aquí no supera el metro y medio, así que nos dejamos llevar por esta densa atmósfera iluminada, que va cambiando de color según nos movemos, provocándonos sensaciones muy diversas: desde la libertad de andar sin rumbo, posiblemente en círculos, hasta llegar a la conclusión de que tienes que salir a buscar nuevas luces, nuevos aires…

Luego llegamos a “La Fuente Big Bang” (2014), donde la oscuridad y el silencio solo se quiebran cuando una luz estroboscópica ilumina la fuente de agua, haciendo que el chorro parezca siempre diferente y creando formas escultóricas únicas que duran tan solo ese instante, por demás, casi imposible de fotografiar.

Organizada por Tate Modern de Londres, en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao, la muestra “Olafur Eliasson: en la vida real”, se puede visitar hasta el 4 de abril de 2021, en la gran pinacoteca revestida de titanio, obra del arquitecto canadiense Frank O. Gehry.

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2021-04-28T07:00:00.0000000Z

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