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Tan antiguos y tan de hoy

PARA NADA HACEN FALTA SUSTITUTOS QUÍMICOS MODERNOS O SUCEDÁNEOS EN TABLETAS, UNGÜENTOS O JARABES, SI ECHAMOS MANO AL SABER MILENARIO ACUMULADO SOBRE MUCHOS AFRODISÍACOS. ESO SÍ: SE NECESITA, AL MENOS, UNA PIZCA DE AMOR

TEXTO: JORGE LUIS MÉNDEZ RODRÍGUEZ-ARENCIBIA, PRESIDENTE EJECUTIVO DE LA CÁTEDRA CUBANA DE GASTRONOMÍA Y TURISMO FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIAS

Dicen las antiguas leyendas griegas, que Cronos mató y castró a su padre, el dios Urano, arrojando sus genitales al mar de Cythera, y que de esa espuma surgió desnuda Afrodita, la diosa griega del Amor.

Experta en las artes amatorias para propiciar el deseo sexual, desde la antigüedad se conocen, en honor a esta deidad, como sustancias «afrodisíacas» a todas aquellas que contribuyan a estimular la libido humana, sean alimentos, bebidas, hierbas o drogas.

Listarlas sería casi interminable, pues van desde el chocolate común, tan apreciado por estos dones que los aztecas lo consideraban solo digno de sus emperadores y la Iglesia llegó a prohibirlo en la Edad Media; hasta el difundido café, gracias al cual se asegura que Mahoma pudo enseñar los secretos del amor a cuarenta mujeres en una sola noche, una por una.

Y es que los afrodisíacos son tan antiguos que ya aparecen mencionados en papiros egipcios de los años 2200 y 1700 adC, o en Génesis, dentro del Antiguo Testamento, así como en el Kamasutra (el libro del amor de la India), en textos de la Antigua Grecia, Roma o en las recetas de los árabes.

Algunos de estos alimentos la tradición los ha escogido incluso por su parecido al órgano sexual masculino o femenino, como sucedía para los sajones con los espárragos o la zanahoria; otros, como la miel y la leche para los hindú, por dar ese poco de hiperglucemia y grasas necesarias para no perder las fuerzas; e incluso no faltan quienes le achacan propiedades a su olor, como los árabes, quienes preferían para multiplicar el placer sexual los perfumes, fragancias y cosméticos hechos con especies como la canela o la albahaca.

En Francia, por ejemplo, desde la Edad Media era muy apreciada la cebolla, al punto que una sopa de este vegetal era el alimento ideal para los recién casados; mientras que otras culturas la utilizaban, mezclada con miel, para mantener la erección.

Mientras, en México, al ya conocido chile o al aguacate, también nombrado palta, se le agregan preparados más excitantes como el que se hace con la flor del cactus, que abren solo las noches, y generan una sustancia parecida a la vainilla pero más fuerte, utilizada para prevenir el cansancio sexual.

Los romanos, por su parte, también tenían sus múltiples secretos, aunque quizás ninguno tan conocido como el higo, rico en vitaminas A y E que ayudan a desarrollar las hormonas sexuales, el cual regalaban como símbolo de prosperidad, al igual que hacen hoy los chinos a los novios para desearles una pronta descendencia.

Hasta los japoneses tienen sus propios secretos, como la anguila (unagi), para ellos el manjar por excelencia para la libido, al punto de que en Tokio existen más de tres mil restaurantes especializados en ese plato, o adobos peculiares como el Shio Uke, que se prepara con rábanos, calabazas y pepinos, o el Umeboshi Zuke, elaborado a partir de ciruelas.

Todas las culturas coinciden en destacar, eso sí, que más allá de la sustancia o alimento afrodisíaco que se prefiera, es su adecuada combinación, y no los excesos, lo que garantiza un «efecto milagroso», que unido a un adecuado ambiente, alguna bebida sin mucho alcohol y una música suave, pueden desatar una noche de ensueños.

Para nada hacen falta sustitutos químicos modernos o sucedáneos en tabletas, ungüentos o jarabes, si echamos mano al saber milenario acumulado sobre muchos afrodisíacos, que en ocasiones están ante nuestras propias narices y solo hace falta conocerlos y combinarlos, agregándoles, a no dudar, el ingrediente fundamental: al menos una pizca de amor.

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2021-04-06T07:00:00.0000000Z

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