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Las cosas pasan porque tienen que pasar, o eso pensamos algunas personas respecto a los acontecimientos que van tejiendo nuestras vidas. A veces cuando las situaciones tienden a ir por un camino errado, hay quienes se empeñan, o al menos lo parece, en tomar decisiones para que se cumpla aquel viejo adagio de que «Todo lo que va mal es susceptible de empeorar», y se convierta en definitiva, en un absoluto desastre. Este es un relato que pudiera servir como el mejor de los ejemplos.

El 8 de agosto de 1897 fue asesinado el Presidente del gobierno español, Don Antonio Cánovas del Castillo, en el balneario de Santa Águeda en la localidad de Mondragón, en Guipuzcoa, de manos del anarquista italiano Michelle Angeolillo, quien le disparó a quemarropa tres tiros de revolver mortales de necesidad. Todo parece indicar que este había obtenido financiación del delegado del Partido Revolucionario cubano en París, el prócer independentista puertorriqueño Ramón de Betances, para poder lograr su objetivo.

Esta muerte constituyó un suceso capital: este malagueño del Partido Conservador era el político español más importante de la segunda mitad del siglo XIX. Por tanto, representó un antes y un después en la Guerra de Cuba porque precisamente Cánovas del Castillo se había impuesto el 31 de diciembre del 1897 como fecha límite para acabar con la insurrección y el reconocimiento de este hecho por los estadounidenses si al final lograba su propósito. De no conseguirlo dimitiría de la Presidencia del gobierno, dando paso a que el Partido Liberal solucionara la cuestión cubana con la Autonomía, como acabaría sucediendo, aunque ya de poco sirvió.

A consecuencia del magnicidio, el liberal Práxedes Mateo Sagasta asumió como nuevo Presidente del gobierno español y no tardó en decidir (el 9 de octubre) el cese del General Weyler, a quien los estadounidenses apodaban despectivamente The Butcher (El carnicero), como Capitán General de Cuba. Lo relevó el General Ramón Blanco y Erenas, quien llegó a la Isla el 31 de octubre. Ya nada sería igual a pesar de que una de sus primeras medidas fue suprimir la antihumana Reconcentración.

El 25 de noviembre el gobierno de Sagasta otorgó la Autonomía a Cuba, la cual entró en vigor el día 1ro. de enero de 1898.

El curso de la guerra, de calma expectante, poco antes de que el año 97 llegara a su fin, se podría explicar con la anécdota protagonizada por el corresponsal en La

Habana y gran caricaturista del diario The Journal, Sr. Remington, y su director, el magnate de la prensa William Hearst. Con la proximidad de la Navidad, el primero le propuso a su jefe poder regresar a Estados Unidos, aprovechando la ausencia de actividad bélica en aquellos días a lo cual el segundo respondió: «Usted haga los dibujos que yo pondré la guerra», con lo cual dejaba a las claras la innegable vocación imperialista e intervencionista de los norteamericanos, que se culminaría de forma rotunda el año que estaba a punto de nacer, el 98. La prensa fue un factor determinante para el desenlace final del conflicto.

LA AUTONOMÍA DE CUBA NO HABÍA LOGRADO CONTENTAR A LOS INDEPENDENTISTAS NI A LOS ESPAÑOLISTAS MÁS FURIBUNDOS E INTEGRISTAS. EN ESE CLIMA DE TENSIÓN, LAS TROPAS ESPAÑOLAS PROVOCARON ALTERCADOS QUE SIRVIERON DE PRETEXTO PARA QUE ARRIBARA A PUERTO HABANERO EL USS MAINE, EN SUPUESTA VISITA DE CORTESÍA

De cualquier modo, la Autonomía de Cuba no había logrado contentar a los independentistas ni a los españolistas más furibundos e integristas (peninsulares civiles y militares principalmente). En ese clima de tensión, el día 12 de enero de 1898 las tropas españolas provocaron altercados que sirvieron de pretexto al Cónsul estadounidense, el General Fitzhugh Lee, para solicitar ayuda a su país para proteger sus supuestos intereses en la Isla, que acabó propiciando el arribo, el día 25 de enero, del acorazado de segunda clase, el USS Maine, en supuesta visita de cortesía. Así, el Caballo de Troya estadounidense echaba amarras en el puerto habanero: su posterior explosión y hundimiento fue el Casus Bellis que se necesitaba para entrar definitivamente en la Guerra de Cuba.

Coincidiendo con estas fechas, el White Squadron de la Armada estadounidense al mando del comodoro Dewey, también entraba al puerto japonés de Yokohama, como escala previa antes de alcanzar al de Hong Kong, por aquel entonces bajo soberanía británica. Sin ningún género de duda se trataba de un movimiento táctico prebélico para situarse cerca de las Filipinas con la intención de atacarlas.

Para colmo de males, en el Hotel Inglaterra, de La Habana, un simpatizante de los insurrectos consiguió robar una carta al director del Heraldo de Madrid, José de Canalejas, quien se hallaba de visita oficiosa con la tarea de defender y proteger los intereses de los ricos hacendados españoles seriamente perjudicados a causa de la guerra. En la misiva, que acabaría publicándose en The Journal, el embajador de España en Washington, Enrique Dupuy de Lome, criticaba con mucha dureza al Presidente de Estados Unidos, William McKinley, llamándole politicastro débil y populachero, lo cual aumentó exponencialmente la tensión, la antipatía del pueblo estadounidense hacia España y sus simpatías obviamente por la causa cubana.

El 15 de febrero a las 9:40 de la noche el Maine saltaba por los aires en la bahía de La Habana, provocando 266 muertos entre los miembros de su dotación, ese suceso

El 15 de febrero el Maine saltaba

por los aires en la bahía de La Habana, provocando 266 muertos, ese suceso fue el punto de no retorno para evitar la guerra

fue el punto de no retorno para evitar la guerra, los españoles se declararon inocentes, los estadounidenses no les creyeron. Los yanquis le propusieron a España una oferta de compra de la Isla por 300 millones de dólares como mal menor, pero esta la rechazó, la guerra era inevitable a partir de esa negativa.

Ante esa situación, España envió una escuadrilla de tres destructores, tres tres torpederos y un buque nodriza, el trasatlántico Ciudad de Cádiz, al mando del comandante Villaamil, que zarparon de Cádiz el 13 de marzo, con la misión de acometer operaciones de corso contra mercantes con bandera de los Estados Unidos, hostigar sus costas, proteger las aguas territoriales de Cuba, en el caso de que la declaración de guerra se confirmara, e impedir el arribo de expediciones filibusteras de los insurrectos.

A su vez la inteligencia española interceptó información a la Armada estadounidense de la existencia de una escuadrilla surta en el puerto de Lisboa formada por el cruceros protegido Uss San Francisco y los cruceros menores Uss Helena, Uss Machias y Uss Brancoft con la intención de interceptar y atacar sin previa declaración de guerra, en medio del Atlántico, a la escuadrilla del comandante Villaamil.

Esa información hizo que cundiera el nerviosismo entre los marinos españoles que junto con el estado del mar convirtieron la singladura de la escuadrilla española en una odisea muy complicada. Previo paso por Canarias, finalmente se perdieron dos unidades en medio de un temporal invernal con una mar arbolada que generaba enormes olas que deshizo la formación naval provocando el caos, las demás se dirigieron al punto de reunión predeterminado, Sant Vicente de Cabo Verde, territorio portugués en aquel tiempo.

A partir de aquí se fueron precipitando los acontecimientos con varias órdenes ambiguas y decisiones erróneas como iremos viendo. El 8 de abril zarpó de Cádiz con rumbo al archipiélago portugués, para darle protección a la escuadrilla de Villaamil, Cervera con su buque insignia, el Infanta María Teresa, en compañía del crucero Cristóbal Colón sin sus cañones de romper del proa y popa y sin haber instalado los dos Armstrong de 254 mm.

A su vez arribaron también, procedentes de La Habana, los cruceros Oquendo y Vizcaya, este último con los fondos sucios y con poco andar tras su accidentado regreso de Nueva York. Asimismo se unió a aquella improvisada escuadra, el carbonero San Francisco, para avituallar a los navíos de guerra, aunque no disponía de carbón suficiente.

Casualidad o no, la voladura del Maine tuvo lugar en el momento preciso de mayor debilidad de la Armada española, que ni siquiera pudo contar con sus dos acorazados por estar en reparación: tanto el Pelayo como el Carlos V se hallaban en dique seco.

Mientras en Estados Unidos la prensa publicaba en sus titulares, un día sí y otro también, «¡Recordad el Maine! ¡Al infierno con España!». Con los ánimos exacerbados de la opinión pública, las dos Cámaras aprobaron la Joint resolution (resolución conjunta), el 19 de abril, que en esencia declaraba: «Que el pueblo de Cuba es, y de

La voladura del Maine tuvo lugar en el momento preciso de mayor debilidad de la Armada española, que ni siquiera pudo contar con sus dos acorazados por estar en reparación: tanto el Pelayo como el Carlos V se hallaban en dique seco

derecho debe ser libre e independiente», lo cual equivalía a una declaración de guerra.

El 20 de abril, a bordo del crucero Colón, Cervera mantuvo una reunión con sus comandantes donde decidieron que el mejor servicio que podían hacerle a España era dar protección a las Canarias y así se lo hizo saber por cablegrama al ministro de Marina, Segismundo Bermejo y Melero, quien tras comunicarse en Madrid con varios generales, le ordenó que zarpara con sus buques rumbo a Puerto Rico, y que los torpederos y el carbonero regresaran a la Península. Marchaban al Caribe los cuatro cruceros, el Teresa, el Vizcaya, el Oquendo y el Colón y los tres destructores el Furor, el Plutón y el Terror.

El día 22 de abril, el cañonero estadounidense Uss Nashville hizo buena presa al mercante español Buenaventura en aguas próximas a su país, lo que constituyó la prima acción hostil en plena crisis de relaciones, en un claro acto de piratería. Ante esta situación, Estados Unidos declaró la guerra a España el día 25 de abril con carácter retroactivo al 21. A España ya no le quedó más remedio que hacer lo mismo. Entonces Cervera le escribió a Bermejo: «Con la conciencia tranquila voy al sacrificio, sin explicarme ese voto unánime de los generales de Marina que significaba la desaprobación y censura de mis opiniones, lo cual implica la necesidad de que cualquiera de ellos me hubiera relevado».

El día 29 de abril con el mensaje cifrado «Salgo para el norte», partía del puerto de San Vicente de Cabo Verde rumbo a Puerto Rico, la escuadra de operaciones de la Antillas del almirante Cervera. El cruce de Atlántico fue dramático por el estado del mar más la dificultad añadida de tener que remolcar a los destructores para no forzar sus máquinas, lo que disminuyó mucho el andar de la escuadra. Cervera ordenó dirigirse a Martinica con la esperanza de conseguir noticias y el ansiado carbón que le prometió Bermejo que obtendría al llegar al Caribe.

Mientras, en el otro lado del mundo, en las Filipinas, el día 1ro. de mayo tenía lugar el combate naval de Cavite. Primer envite con un claro vencedor, los buques del comodoro Dewey destrozaron a la frágil escuadra del contraalmirante Montojo. La única posibilidad que tenían los españoles era una férrea defensa que obligase a los estadounidenses a quedarse sin munición ni carbón lejos de Hong Kong, lo que les hubiera provocado el colapso, pero Montojo no tuvo el carácter necesario para aguantar: abandonó el combate, ordenó hundir sus navíos de guerra y se fue a Manila. Importantísimo contratiempo para la moral de España esta primera, rápida y contundente derrota.

Cuando la armada de Cervera atracó en Martinica, el día 12 de mayo, supo del desastre de Cavite y que la escuadra del almirante Sampson había bombardeado San Juan de Puerto Rico con la intención de interceptar y hundir la suya. Tras esta información, se dirigió a Curaçao en busca del prometido carbón y se vio obligado a abandonar al Terror que se había quedado sin máquinas. Por andar ya navegando, jamás recibió el cablegrama que remitía el ministro Bermejo, donde le aprobaban que regresara a la Península o defender Canarias. No obstante, el sustituto de Bermejo, el nuevo ministro de Marina Ramón Auñón y Villalón, lo revocó. Esas eran las órdenes, la estrategia del Desastre.

En Curaçao tampoco encontró Cervera carbón por lo que llegó el 19 de mayo a Santiago de Cuba con sus barcos barriendo las carboneras. El día 29, la escuadra volante del comodoro Schley descubrió la de Cervera en el interior de la bahía: comenzaba el bloqueo estadounidense, la capital de Oriente se convertía en una ratonera y en el teatro principal de operaciones de la Guerra del 98.

El 3 de junio la Armada estadounidense intentó embotellar a la escuadra española con el del hundimiento del carbonero Merrimac, pero fracasó en el intento. El 23 de junio, en sesión parlamentaria en Madrid, el diputado conservador Romero Robledo, vinculado con algunos grandes terratenientes cubanos, pronunció un acalorado discurso en referencia a la dramática situación de la escuadra española que venía a «echar más leña al fuego», diciendo lo siguiente: La escuadras son para combatir, ¿para qué nos sirven esas máquinas infernales que tantos sacrificios han costado al país?

A finales de junio se dieron unas circunstancias muy confusas y misteriosas cuando el Jefe de Estado Mayor del ejército español en Cuba, el general Pando, abandonó la Isla con un ejército sitiador en plena acción en su territorio, del todo incomprensible.

El día 1ro. de julio se producen las famosas batallas del Caney y la Loma de San Juan. Sufridas victorias estadounidenses que provocaron que el Capitán General de Cuba, Ramón Blanco, ordenara a Cervera abandonar la bahía de Santiago de Cuba. El 3 de julio se consumaba el desastre con la derrota y hundimiento de la escuadra española al completo. Cervera lo perdió todo menos el honor.

El día 16 de julio capitulaba Santiago de Cuba.

El día 14 de agosto se firmaba el alto el fuego.

El 10 de diciembre se firmaba en París un tratado de Paz al dictado de Estados Unidos donde España se vio obligada a renunciar a la soberanía de Cuba, Puerto, Rico, el archipiélago de las Filipinas y la isla de Guam en el Pacífico, para pasar a depender de un gobierno militar provisional Sine Die estadounidense que se alargaría en el tiempo, llegando su estela hasta nuestra época. Se consumaba el Desastre del 98.

El día 1ro. de enero de 1899, a las 12:00 horas del mediodía, se arriaba la bandera española en La Habana para izar la de las barras y estrellas, finiquitándose así los más de 400 años de presencia española en América.

Terrassa 04 de junio de 2021

Las dos Cámaras aprobaron la Joint resolution que en esencia declaraba: «Que el pueblo de Cuba es, y de derecho debe ser libre e independiente», lo cual equivalía a una declaración de guerra

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