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PACKARD. Algunos apuntes y dos ejemplares en la colección

Por Ignacio Reyes Fandiño

Cuentan que James Ward Packard en una ocasión, animado por el auge que comenzaba a ganar el automóvil en su país, adquirió un ejemplar al pionero Alexander Winton. De regreso, ante las múltiples averías que sufrió el automóvil, el empresario envió una lista de estos problemas al fabricante. Winton, a modo de desafío, le respondió que si tantos defectos tenía, se hiciera uno él mismo. Tal respuesta fue la génesis de lo que luego sería una de las más importantes compañías de automóviles de los Estados Unidos y, sin dudas, la más grande entre las independientes.

Esta anécdota puede tener ciertos componentes de leyenda, pero logra definir el gran interés de este fabricante por lograr un vehículo de alta confiabilidad. Luego, con el paso del tiempo, a esta idea del auto fiable se unirían las de lujo, sobriedad y opulencia. Desde 1899 hasta 1958, Packard fue un automóvil muy distinguido entre el cúmulo de marcas que coexistieron con la compañía a lo largo de su periodo de producción. En los primeros años de su existencia ya ostentaba un volante como mecanismo de gobierno de la dirección, elemento asumido por muy pocos en el momento. Como otros automóviles como Cadillac u Oldsmobile, la fábrica comenzó su historia equipando sus automóviles con motores de un solo cilindro, instalados bajo el asiento del conductor. Sin embargo, en 1915, cuando los rivales estrenaban nuevos motores, Packard se les adelantó con la presentación de un poderoso V12. La fabricación

de esta planta motriz gozó de amplia popularidad entre los clientes habituales de la marca que, para la segunda mitad de la década de 1910, ya tenía representante en La Habana, específicamente en los inmuebles 3 y 5 de Prado. Por las calles de la ciudad, personalidades como Ernesto Sarrá o Conrado Massaguer se movían en estos automóviles.

A inicios de la década de 1920, el gran motor de 12 cilindros fue sustituido por dos plantas motrices de seis y ocho cilindros en línea. Los Single Six y Eight dominaron la década y el motor más grande se destacó por ser una máquina de una marcha muy suave, gracias a los nueve cojinetes en los que giraba su cigüeñal. En nuestra colección contamos con dos automóviles Packard, de 1924 y 1930, respectivamente, que están equipados con este tipo de motor.

El ejemplar de 1924 posee una carrocería abierta que, en un inicio, fue touring, lo que quiere decir que se trata de un vehículo abierto y con cuatro puertas. Actualmente, las dos puertas traseras se encuentran unidas a la carrocería y el automóvil parece más bien un coupé convertible, aunque sus proporciones denoten que se trata de una modificación. Este ejemplar es uno de los primeros modelos en emplear el mencionado motor, lanzado en 1923. De igual modo sucede con su sistema de frenos a las cuatro ruedas, empleado por Packard antes que otras marcas rivales. Otro punto a favor del modelo es la transmisión de cuatro marchas. Para tener una idea de lo avanzada que podía ser, pensemos que cuando Cadillac, en 1930, estrenó su fabuloso motor 452 de 16 cilindros, este venía acoplado a una transmisión de solo tres marchas.

El modelo de 1930, por otra parte, es un 7-33 Standard Eight con carrocería sedan para siete pasajeros. Según testimonios, el automóvil fue rescatado de un depósito de chatarra para su exposición en nuestro museo. Tanto este ejemplar como el de 1924 comparten similares características técnicas; en lo que difieren es en el estilo de carrocería y la distancia entre ejes, mayor en el 7-33, que es un modelo cerrado y con un interior más amplio y lujoso.

Ulloa y Cía. (inicialmente Tolksdorff y Ulloa), representante en Cuba, llevó siempre a los entusiastas y clientes lo que acontecía a la marca fuera de la Isla. En una publicidad correspondiente a fines de 1917, se apunta que el modelo previsto para el año siguiente es el único Gran Premio en la Exposición Universal de San Francisco. Pese al éxito del que gozaron estos automóviles a nivel local, actualmente sobreviven muy pocos. Los únicos que corresponden a las décadas de 1920-30 son, hasta el momento, los dos ejemplares que pertenecen a nuestra colección. Ello se debe, en cierta medida, a que la producción de estos automóviles fue moderada con relación a otras empresas, con índices de producción y exportación muy superiores.

Tanto en Estados Unidos como en los países a los que se exportaba, la marca gozó, precisamente, de mayor éxito respecto a otros automóviles de lujo. Muchos fueron los monarcas, artistas y otros representantes de las altas clases sociales que la eligieron. Fue, de igual modo, más duradera que muchas empresas independientes que sucumbieron ante los estragos causados por la Gran Depresión. Sin embargo, tras el fin de la II Guerra Mundial, problemas financieros la llevaron a su fusión con Studebaker, en 1953, y luego al cese de la producción, en 1958. En la actualidad, los ejemplares que sobreviven son la muestra de lo más refinado en el contexto automovilístico norteamericano de la primera mitad del siglo XX y piezas de alto valor para coleccionistas y aficionados.

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2022-07-22T07:00:00.0000000Z

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