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Más se perdió en Cuba

POR: TEODORO RUBIO CASTAÑO FOTOS: CORTESÍA DE TEODORO RUBIO CASTAÑO

EN LOS AÑOS 90 DEL PASADO SIGLO ME EMBARQUÉ EN UNA «CRUZADA»: AVERIGUAR POR MI CUENTA Y RIESGO CÓMO SE HUNDIÓ EN COMBATE NAVAL CONTRA LOS ESTADOS UNIDOS LA ESCUADRA ESPAÑOLA DEL ALMIRANTE CERVERA; TAMBIÉN, ENTENDER LA GUERRA DE CUBA Y LA PÉRDIDA DE LAS ÚLTIMAS COLONIAS DE ULTRAMAR. SI EXISTE EL DESTINO, NO CABE DUDA DE QUE YO UNÍ EL MÍO A ESTA ISLA DEL CARIBE Y A ESA PARTE DE SU HISTORIA

No estoy seguro de que exista algo parecido al destino. Lo cierto es que una vez una persona desconocida para mí y hoy muy querida, Pilar Toledano, me preguntó qué relación me unía con la isla de Cuba, por unas fotos mías publicadas en la web 1898, el fin de un imperio: ¿relación familiar, quizá, por algún antepasado? Ese era su caso, biznieta y biógrafa del último capitán general español en Cuba, Adolfo Jiménez Castellanos.

Ella pensó que podría ser una causa parecida la que me uniera a mí a la Mayor de las Antillas y estaba convencida de que, en ningún caso, aquellas fotos las había hecho un turista. Eran instantáneas submarinas de los pecios de la escuadra del Almirante Cervera en Santiago de Cuba y de las trochas o fortificaciones militares de Júcaro-Morón y de Mariel-Majana.

Pilar me solicitaba autorización para utilizarlas en el libro que estaba escribiendo dedicado al general Adolfo Jiménez Castellanos. Le contesté que sí, por supuesto, y le aclaré que era un turista, cosa que le sorprendió.

Porque en realidad Pilar estaba en lo cierto, me había convertido en un viajero con un ansia por conocer y aprender que va mucho más allá de quien sólo pretende disfrutar sus vacaciones.

Años antes me había embarcado en una «cruzada»: averiguar por mi cuenta y riesgo cómo se hundió en combate naval contra los Estados Unidos la escuadra española del Almirante Cervera en Santiago de Cuba; también, entender la guerra de Cuba, el desastre del ´98 y la pérdida de las últimas colonias de ultramar. Ardua labor que sería ahora muy larga de contar. Si existe el destino, no cabe duda de que yo uní el mío a Cuba y a esa parte de su historia. La explicación creo que tiene mucho que ver con la frase que pronunciaba muy a menudo mi queridísima abuela materna Antonia, para

quitarle importancia a problemas menores de nuestra vida cotidiana: «Más se perdió en Cuba». La recuerdo desde mi más tierna infancia, puede que entrara en mi subconsciente y como parásito durmiente esperó la oportunidad para adueñarse de mi voluntad con la intención de hacerme viajar al pasado. Creo que es así porque algo en mi interior me decía que alguna vez viajaría a Cuba y que, cuando llegara ese día, algo importante me iba a suceder. Llegó el momento y me convertí en viajero del ´98 y, muchos años después, estoy escribiendo sobre ello.

Viajé en muchas ocasiones a Cuba, investigué y leí tanto sobre aquel conflicto decimonónico, sobre aquella guerra perdida en la noche de los tiempos, que llegué a la conclusión de por qué mi yaya Antonia repetía el «Más se perdió en Cuba». No es porque las vidas de la gente corriente se vieran afectadas por la pérdida de aquella lejana isla del Caribe, que la mayoría no sabía ni dónde estaba. Por no saber, no sabían ni leer ni escribir. La sociedad española de aquel tiempo registraba un 80% de analfabetos y sería ocioso decir a qué clase pertenecían. Era por las duras condiciones que tuvieron que soportar de desastre, guerra, hambrunas y calamidades.

Mi abuela era natural del Centenillo, pueblo minero de la provincia de Jaén. Mi abuelo Luis, que era minero, falleció a la temprana edad de 33 años debido a la silicosis, enfermedad que provoca el trabajo en la mina. Dejó dos huérfanos, mi tío Ildefonso, con 4 años, y mi madre Lola con 3, y a mi abuela viuda con 27 en el año 1940, justo acabada la Guerra Civil Española, en plena posguerra. Antonia se trasladó con sus hijos a la ciudad de Linares y trabajó de enfermera en su hospital, realizando jornadas agotadoras de más 16 horas para sacar a sus dos pequeños adelante.

En Linares había pasado algo importante, algo de mayor transcendencia que por lo que en la actualidad se le conoce en toda España, es decir, por ser la plaza de toros donde sufrió la fatal cogida el famoso matador Manolete en el año 1947. A consecuencia de la cornada del astado «Islero», falleció a las pocas horas en el hospital de esa ciudad jienense.

A España, el 2 de mayo de 1898, al día siguiente del desastre de Cavite, Filipinas, llegó la noticia del hundimiento completo en la bahía de Manila de la escuadra española del Almirante Montojo. Ese día, en Linares, hubo un motín popular. La policía municipal tuvo que intervenir con una carga policial y, como resultado de ella, hubo 12 muertos y multitud de heridos. Revueltas similares se dieron ese día por todo el Estado. El gobierno de Sagasta se vio obligado a suspender las garantías constitucionales de la Nación, ya que se estaban dando las circunstancias para que se produjera una revolución.

Viajé en muchas ocasiones a Cuba, investigué y leí tanto sobre aquel conflicto decimonónico, sobre aquella guerra perdida en la noche de los tiempos, que llegué a la conclusión de por qué mi yaya Antonia repetía el «más se perdió en Cuba»

Yo pensé, cuando leí esta reseña histórica, antes de averiguar el verdadero motivo que llevó a aquellas personas a sublevarse, «¡qué patrióticas eran!», al importarles tanto una derrota naval de la escuadra española en las Filipinas. La realidad era bien distinta. La situación prebélica con los Estados Unidos había provocado que muchas embarcaciones de cabotaje fueran confiscadas por el Ministerio de la Guerra y se destinaran al transporte de tropas y pertrechos de guerra a Ultramar, lo cual hacía que el precio de las materias primas y de los cereales se encareciera notablemente y aumentara su fiscalidad.

El enorme esfuerzo económico que tuvo que realizar España para sufragar la Guerra de Cuba, agravado por la entrada de los Estados Unidos en el conflicto, provocó una fuerte caída de la peseta. Por consiguiente, subió el precio del pan y de los bienes de consumo. Aquella gente lo único que pretendía era dar de comer a sus hijos y la situación lo impedía. «La crisis de los consumos», como se conocen estos sucesos, puso a la población española con menos recursos, como siempre, al borde del colapso. España se hundió en los mercados internacionales quedando en situación prácticamente de banca rota.

Me imagino que aquella dramática situación, junto con las consecuencias últimas de aquel nefasto año para España, conocido como desastre del ´98, dejó un hondo pesar en la memoria colectiva del país, en concreto, en los habitantes de Linares, e hizo que tuvieran siempre presente el «más se perdió en Cuba», como una especie de conjuro contra males mayores, que pasó de generación en generación hasta que mi abuela me lo transmitió a mí. Esta expresión aún se utiliza, aunque la mayoría de las personas desconoces su origen. Esta es mi modesta contribución a su explicación.

EL ÚLTIMO HOMBRE Y LA ÚLTIMA PESETA

No quiero dejar pasar otra frase que también hizo fortuna, del que fuera artífice de la Restauración, el político conservador Antonio Cánovas del Castillo: «Hasta el último hombre y hasta la última peseta».

La expresión tiene una fuerte carga patriótica con respecto a Cuba y su independencia. Fueron allí los que no pudieron pagar la «Redención a metálico» para no ir. Hombres a quienes no les importaba nada aquella guerra colonial y, sin embargo, entregaron lo mejor que tenían, su vida, en muchos casos por no disponer de las dos mil pesetas de la época para poder pagarla.

Ese fue otro caldo de cultivo para el malestar social. Los continuos envíos de soldados hacia Ultramar, muchos de los cuales no volverían, creaban una fuerte incertidumbre entre las clases populares, de las que salían los llamados a filas.

Sin embargo, la oligarquía española, la defensora a ultranza de la Patria, pagó para que sus vástagos no fueran a morir a la manigua

El gobierno de Sagasta se vio obligado a suspender las garantías constitucionales de la Nación, ya que se estaban dando las circunstancias para que se produjera una revolución

cubana. Ese tributo de sangre quedaría reservado exclusivamente a los pobres, que serían la carne de cañón de aquel conflicto, como puso de manifiesto el intelectual aragonés Joaquín Costa. Se quejaba amargamente de que «ningún componente de los grupos oligárquicos hubiese tenido el gesto de presentarse voluntario y de irse a la manigua a combatir a los rebeldes que con tanta virulencia denunciaban desde Madrid y Barcelona».

Los norteamericanos sí lo hicieron en Cuba, al mando del Teniente Coronel Theodore Roosevelt, quien sería el vigesimosexto presidente de Estados Unidos. Viajó y combatió en una compañía de voluntarios llamados Rough Riders, que estaba formada por los hijos de las familias más acaudaladas de ese país. Así, la oligarquía norteamericana pagó su tributo de sangre en los campos de batalla cubanos, al contrario que la española.

Sea éste un pequeño tributo a los más de 55 mil jóvenes españoles que dejaron sus vidas por una guerra que no era la suya y que ni siquiera entendían. Una generación perdida... Contaré cómo le fue a cada cual.

A los norteamericanos, ¡magnífico!, pasaron a ser relevantes en el mundo y bautizaron aquella guerra contra España como «The splendid little war» (La guerrita espléndida). Vencieron a los españoles en poco más de cien días en tierra y principalmente en el mar. Se estrenaba un nuevo imperio con una clara vocación bélica e intervencionista, y así lo pusieron de manifiesto las palabras del presidente Theodore Roosevelt, con su política del big stick: «habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos».

A los cubanos, frustrados, ya que sólo con resistir ya habían vencido. Supieron, con sus limitados recursos, plantar cara a un ejército regular muy superior en hombres y en potencial bélico. No hay mejor descripción que la que plasmó en su Diario de Campaña el Mayor General del Ejército Libertador cubano Máximo Gómez: «Tristes se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros, porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba con la paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de batalla (…). Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores, y no supieron endulzar la pena de los vencidos. La situación pues, que se le ha creado a este pueblo, de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada vez más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía».

A los españoles, derrotados. No supieron vencer a un ejército insurgente, los rebeldes cubanos, y fracasaron de manera estrepitosa ante uno convencional, el estadounidense. El desastre del ´98 invadió a la sociedad española, como una gran ola, y la dejó en un estado de pesimismo colectivo. La mejor cita que lo corrobora se encuentra en un artículo del 16 de agosto de 1898, del político conservador Francisco Silvela, dos días después de que España firmara el armisticio con los Estados Unidos, y que llevaba por título «España sin pulso»: «España: donde quiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso. Se hace la paz, la razón la aconseja, los hombres de sereno juicio no la discuten; pero ella significa nuestro vencimiento, la expulsión de nuestra bandera de las tierras que descubrimos y conquistamos. Todos esperaban o temían un estremecimiento de la conciencia popular; sólo se advierte una nube general de silenciosa tristeza que presta como un fondo gris al cuadro, pero sin alterar vidas, ni costumbres, ni diversiones, ni sumisión al que, sin saber por qué ni para qué, le toque ocupar el gobierno».

El enorme esfuerzo económico que tuvo que realizar España para sufragar la Guerra de Cuba, agravado por la entrada de los Estados Unidos en el conflicto, provocó una fuerte caída de la peseta.

Por consiguiente, subió el precio del pan y de los bienes de consumo. Aquella gente lo único que pretendía era dar de comer a sus hijos y la situación lo impedía.

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2022-01-16T08:00:00.0000000Z

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