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Así se convirtió La Habana en una de las capitales más bellas

FUERON NOTORIAS EN EL ECLECTICISMO HABANERO LAS INFLUENCIAS DEL RENACIMIENTO ITALIANO, EL GÓTICO, EL BARROCO, EL ART NOUVEAU, ENTRE OTROS ESTILOS. LOS ELEMENTOS DECORATIVOS HISPANOS REMITEN A LOS ESTILOS HISPANOMUSULMÁN Y PLATERESCO

TEXTO: BEATRIZ HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, LICENCIADA EN HISTORIA DEL ARTE FOTOS: BEATRIZ HERNÁNDEZ JIMÉNEZ Y ARCHIVO EXCELENCIAS

El patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad está permeado de los procesos históricos (políticos, económicos, sociales y culturales) que en ella acontecieron, de ahí que sea imprescindible un somero acercamiento a dichos contextos antes de escudriñar en aspectos tan específicos como lo fue la decoración hispana heredada durante los primeros años de la República.

La apertura del siglo XX significó para Cuba mucho más que una nueva centuria. La crisis de postguerra (tras el fin de la Guerra Necesaria iniciada por José Martí en 1895) dio paso a un periodo de transformaciones políticas, de recuperación económica, avances científico-técnicos y con ello la llegada de la modernidad.

En el ámbito cultural, se apreció una inclinación hacia las influencias estadounidenses, que venía dándose desde la segunda mitad del siglo XIX y una continuidad en el gusto por los grandes estilos europeos, especialmente provenientes de Francia. Es importante recalcar que, pese al rechazo referido en las fuentes hacia el pasado colonial español, continuaron arribando a la Isla influjos artísticos de la Península Ibérica.

La Habana experimentó un proceso de modernización que modificó su fisonomía. El crecimiento demográfico dio paso a la expansión acelerada de la ciudad y al traslado de las clases

más adineradas hacia zonas menos densamente habitadas y de nuevo trazado. De manera general se evidenció un sentido de monumentalidad ligado a las ansias de progreso en la escala urbana, que incluyó la construcción de colegios, hospitales, avenidas y otros espacios públicos.

Los comitentes, artífices y disponibilidad técnica en el territorio fueron (quizás) los tres aspectos más relevantes que posibilitaron las transformaciones dadas en el ámbito arquitectónico y la multiplicidad de tendencias que proliferaron en la capital cubana (el Neogótico, Neorrenacimientos, Neobarroco, Clasicismo, Art Nouveau, Art Decó, etc.). Debido a esta pluralidad estilística, fue el Eclecticismo el lenguaje que reinó y se promulgó distintivo dentro de la arquitectura habanera del nuevo siglo.

Dicha corriente se percibe en la mayoría de los casos hacia el exterior de las edificaciones y fue fundamentalmente decorativa. Se fusionaban, de manera armónica y con cierta libertad, elementos –cornisas, frisos, columnas, pórticos, frontones y otros motivos de carácter ornamental– pertenecientes a los grandes estilos del pasado.

En La Habana fueron notorias las influencias del Renacimiento italiano, el Gótico, el Barroco, elementos del Art Nouveau, así como otros cuyos orígenes remiten a la arquitectura hispana y que también se suman a la conjunción ornamental de estas construcciones.

En esencia, se ha podido apreciar la presencia de dos grandes estilos arquitectónicos españoles: el Hispanomusulmán y el Plateresco.

El primero se caracteriza por la unión de elementos decorativos y constructivos del arte romano y visigótico, y del rico repertorio que irá conformando la arquitectura islámica. A dicha corriente remiten elementos puntuales encontrados en La Habana como las sebkas, arcos (de herradura, trilobulados, festoneados, etc.) enmarcados por la albanega y el alfiz, capiteles nazaríes, lacerías, almenas escalonadas, atauriques, así como azulejos policromados cuyos diseños remiten a la estética geométrica morisca.

Son destacables la presencia de estos ornatos en edificios de gran originalidad como el antiguo Hotel Jerezano, el Hotel Sevilla y el Palacio de las Ursulinas. Las obras con influencia hispanomusulmana son las que más elementos decorativos propios del estilo incorporan.

En algunas llegan casi a desdibujarse las fronteras entre el Neohispanomusulmán y el Eclecticismo, debido a la preponderancia de

La Habana experimentó un proceso de modernización que modificó su fisonomía. El crecimiento demográfico dio paso a la expansión acelerada de la ciudad

los ornatos representativos de dicha corriente arquitectónica, en comparación con la presencia de algunas columnas clásicas, pequeños vitrales o aislados espacios cubiertos por persianería francesa.

Por su parte, el Plateresco fue una corriente artística que se desarrolló en la Península Ibérica durante el primer tercio del siglo XVI. Estuvo marcada por la coexistencia de componentes ornamentales del Gótico tardío español, el Renacimiento italiano y el Mudéjar, que inundaron las fachadas de una profusa y desconcertante decoración.

Los ornatos platerescos encontrados en La Habana son numerosos, pero cabe destacar los paños de superficie de cemento decorados con relieves -de motivos fitomórficos, zoomórficos, heráldicos y mitológicos-, a la usanza de la filigrana típica de los plateros españoles. Un buen ejemplo es el edificio de la Lonja del Comercio o la casa de Eduardo Montalvo, actual Residencia de la Embajada de Japón.

Igualmente son reiterativos los blasones y medallones, tanto simbólicos/nobiliarios (Antiguo Consulado Español) como inventados/ personalizados (Palacio de los Torcedores), seguramente por encargos del dueño o del constructor. También fue bastante empleado el almohadillado clásico.

Si bien su uso se remite a los palacios renacentistas italianos, fue muy utilizado en la arquitectura plateresca española. En algunos casos el paramento se decoraba (aún más) a partir de conchas fabricadas en cemento.

Se han identificado en La Habana cresterías típicamente platerescas (Casa de Eduardo Chibás), guirnaldas, dovelas decoradas y nuevamente el ajimez, en su versión renacentista española.

Al igual que en las edificaciones de influencia hispanomusulmana, en estas se han encontrado azulejos vidriados, cuya decoración pictórica sigue la lógica de la estética plateresca.

Se exhiben motivos heráldicos, fitomórifos y en ocasiones relacionados con la cultura española, como es el caso de los azulejos que recubren el edificio de oficinas de José Álvarez, una de las obras más hermosas y pintorescas existentes en la capital.

Finalmente, han sido reconocidos trabajos de herrería con motivos de reminiscencia plateresca. Destacan los remates en forma de crestería con figuras vegetales como la de la verja emplazada en la vivienda de Marcelino Cantera,

En la mayoría de los casos, la decoración de dicho estilo español dialoga de manera armónica con una arquitectura apegada al clasicismo europeo y

norteamericano

y el escudo resguardado por dos hipogrifos que decora la marquesina del Centro Asturiano, por solo citar algunos.

Cualquier viajero de paso por La Habana puede apreciar un predominio de edificaciones eclécticas con influencia plateresca con respecto a las de elementos hispanomusulmanes.

Sin embargo, dicho influjo está dado a partir del empleo de elementos puntuales que se entremezclan con otros de diferente procedencia, haciendo más ardua su identificación y clasificación entre el resto de ornatos.

En la mayoría de los casos, la decoración de dicho estilo español dialoga de manera armónica con una arquitectura apegada al clasicismo europeo y norteamericano, donde frontones, arcos de medio punto, pilastras, columnas con capiteles clásicos, junto a la simetría y el orden hacen del conjunto obras de gran elegancia.

El empleo de motivos decorativos hispanos en las construcciones eclécticas habaneras estuvo condicionado por la preferencia de los comitentes y la labor de los artífices, tanto nacionales como extranjeros.

En el caso del influjo hispanomusulmán, se presume no fue el predilecto de la naciente burguesía comercial, y que su presencia se debió principalmente al gusto y dominio del ingeniero cubano José Toraya, mayor difusor de dichos códigos en la ciudad.

Por su parte, los elementos decorativos platerescos fueron utilizados mayoritariamente en las grandes residencias y edificios de comercio de ricos propietarios cubanos, lo que indica un gusto por estos códigos por parte de las clases más adineradas.

También se perciben en obras destinadas a las sedes de sociedades españolas (Palacio del Centro Asturiano), aludiendo ello a cuestiones ya no de modas, sino de carácter identitario.

Por último, pero de igual importancia, se han encontrado estos ornatos en construcciones promovidas por la presencia estadounidense (Hotel Presidente, Hotel Nacional, etc.), que decide durante un tiempo mantener la estética de las clases más altas de la sociedad habanera, y cuyos objetivos comerciales apuntaban a hacer de La Habana una ciudad atractiva, un tanto elegante y un tanto pintoresca, como el cubano en sí.

Y de esta forma, entre el legado, la experimentación y la búsqueda de nuevos lenguajes es que fue la urbe tomando su híbrida apariencia y convirtiéndose en una de las más bellas capitales del continente americano.

El patrimonio cultural cubano va más allá de los monumentos. Por las calles de la nación, circula un museo rodante de automóviles de diversas nacionalidades, entre los cuales destacan marcas estadounidenses como Plymouth, Dodge, Mercury, Ford, Oldsmobile, Cadillac o Chevrolet, que nos trasladan a medio siglo atrás.

Pero también, anclados al espíritu nostálgico del cubano, mantienen su presencia en las calles vehículos de procedencia soviética como Lada, Moskvich, Volga y Zil.

La disminución de los vuelos a Rusia con la pandemia en 2020 y luego con el conflicto ucraniano en 2022 supuso una limitante más para los ingeniosos mecánicos cubanos, de por sí adaptados a inventar para mantener en funcionamiento sus carros, pues el bloqueo de Estados Unidos y las propias condiciones económicas de la Mayor de las Antillas dificultaban tanto la movilidad como la importación de piezas. La caída del Muro de Berlín en 1989 había sido el primer gran golpe al suministro de coches y componentes.

Fue en medio de esta tensa situación que conocimos la historia familiar de Adonis Toscano Mesa, miembro del Club del Moskvich de La Habana, cuyos padres viajaron hasta Moscú apenas unos meses antes de que el mundo se detuviera por la COVID-19.

De dos carros en no muy buenas condiciones —uno comprado en Cuba y otro en Rusia— esta creativa familia de cubanos armó el que usan ahora para moverse por la isla.

«Es un Moskvich de familia, un carro del que no queremos deshacernos porque llevó mucho trabajo. Armarlo nos costó más que su valor monetario;

pero quedamos contentos con el resultado», dice Adonis cuando se le pregunta por el carro, que aunque luce nuevo, ya acumula en su «esqueleto» 40 años o más años desde su fabricación.

Ante la pregunta de si no les hubiera salido más económico comprarlo entero en la isla, responde que «Sí, mucho», pero querían armarlo a su gusto.

«Nos gustan los proyectos; y una de las cosas que más nos motivó es que estábamos buscando algo así, un Moskvich. Siempre nos hemos movido en ellos. Luego nos enfocamos en sacarlo lo mejor posible para nosotros. Pero hubo gente que no confió, que nos dijo que ni en 10 años íbamos a sacar ese carro, porque no servía, porque era papeles nada más, no tenía motor, ni transmisión. Y nos motivó esa falta de confianza».

LA AVENTURA DE COMENZAR CASI DE CERO

El primer Moskvich que adquirieron fue el de San Miguel del Padrón, municipio habanero donde residía el único dueño que había tenido el auto que, en el momento de la venta, no estaba apto para circular y aún tenía una chapa amarilla de las antiguas.

Viajaron 10 795 kilómetros (6,708 millas) desde la pequeña isla del Caribe hasta el vasto país que se extiende sobre Europa

EN MOSCÚ, UNA FAMILIA CUBANA COMPRÓ UN VIEJO MOSKVICH QUE TRAJO HASTA LA HABANA PARA FUSIONARLO CON OTRO, ALARGANDO ASÍ LA VIDA AL PATRIMONIO AUTOMOVILÍSTICO RUSO QUE CIRCULA POR CUBA

del Este y Asia del Norte, llevando consigo los papeles del viejo carro obtenido en La Habana para comprar las piezas necesarias y, contra todo pronóstico, terminaron con otro Moskvich en las manos.

«No salió en más de 800 dólares, porque era de un impedido físico que lo tenía guardado en su garaje, sin uso. Su carro solo tenía solo 10 000 km recorridos».

«De ese lugar se llevó para el almacén de un muchacho que se dedica a vender piezas de Ladas y Moskvich. Se le quitaron las defensas, el tanque, los cristales, las puertas y todas las demás partes para embalarlo en cajas que se enviarían a Cuba por vía aérea un día antes de que mis padres salieran de Rusia», explica.

En 15 días la carga llegó a Cuba y ahí empezó la aventura de armarlo casi desde cero. «En cuanto llegaron las piezas, ya estaba coordinado todo con el mecánico por un lado para armar el motor y la transmisión, los chapistas por otro, y la pintura se le dio en Artemisa, en vísperas del fin de año de 2020», comenta Adonis. De vuelta con el mecánico, en su misma casa, se pusieron todos los demás accesorios hasta terminarlo.

Históricamente, en Cuba, se han ido perfeccionando algunas adaptaciones criollas para que los Moskvich siguieran rodando: puertas, tapas y guardafangos elaborados de planchas de acero; ajustes en los sistemas de frenado y cambio de caja de velocidad; y reparaciones en algunas piezas del motor y sistemas hidráulicos.

También se han ido modernizando con la incorporación de cierres centralizados en las puertas, ventanillas eléctricas, climatización, entre otras innovaciones que incluyen el sistema de

alumbrado interior y de sonido.

De Adonis Toscano Mesa, el del Moskvich que viajó medio mundo para completarse en Cuba, nos despedimos con la pregunta de si había en su familia personas con formación como mecánicos… ante la certeza de la complejidad del proceso de transformación empezado y concluido.

«La verdad que no muchos —dice—, pero crecí rodeado de camiones y camionetas. Ahora mismo estamos en el proyecto de armar un camión; aunque este es menos sentimental. Del Moskovich no nos vamos a separar nunca».

Históricamente, en Cuba, se han ido perfeccionando algunas adaptaciones criollas para que los Moskvich siguieran rodando

SUMARIO

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2023-04-26T07:00:00.0000000Z

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