Tabaco, azucar y jazz en la isla magica
Por ANIA PUPO VEGA Y ARIADNA PUPO PUPO Fotos CORTESÍA DEL ENTREVISTADO Y ARCHIVO EXCELENCIAS
Florianópolis es la capital del Estado de Santa Catarina, al sur de Brasil. Es conocida como la isla de la magia, no solo por su pintoresca geografía que mezcla los tonos azules de sus más de cuarenta playas atlánticas con los verdes diversos de sus lomas, sino, además, por estar habitada, según reza en las leyendas, por brujas y seres petrificados, enamoradas que esperan infinitamente, y otras criaturas folklóricas. El puente que une la isla con la parte continental es un ícono también de la ciudad. Estas singularidades, son magníficos pretextos para visitantes nacionales y foráneos, algunos de los que deciden elegirla como destino.
Pero ninguna de estas razones atrajeron a Antonio Colangelo, cientista social, músico, profesor, desde su Italia natal, donde comenzó su interés por la música, según nos narra:
Mi interés por la música, en general, comienza muy temprano, a los cinco años cuando recibí de regalo el primer piano. Luego comencé a estudiar piano erudito con mi vecino que se estaba formando en el conservatorio, un músico muy completo. Él no solo tocaba música erudita, también tocaba jazz, pop de calidad, música italiana. Él fue mi primer contacto importante con la música, se llama Salvatore Darino, fue mi primer profesor de música, quien me acompañó desde los siete hasta los doce años. Toqué teclado hasta los 14 años y luego comencé con la guitarra y fuí entonces para las bandas de rock, a tocar rock.
¿Cuándo vienes para Brasil?
Para acá vine con 26 años de edad. Era muy joven, estaba en un buen momento de mi carrera, en ese caso no de músico, había estudiado Ciencias Sociales en mi país y trabajaba en la cooperación internacional, en proyectos sociales internacionales. Uno de esos proyectos me trajo para Brasil, para crear empresas y para desarrollar cursos de formación pro
fesional en comunidades del Morro del Maciço, fundamentalmente, que fue donde viví el primer año y medio a mi llegada a Brasil, en la casa del Padre Vilson , que es mi amigo, en la comunidad de Monte Serrat.
Antonio conoce de cerca esa isla que se muestra plural para miradas agudas y sensibles a la diversidad humana configurada en ese urdimbre de angustias y alegrías.
¿Cómo vinculas la música a esos proyectos?
Indirectamente siempre se vincula. La música era una forma de aproximarme a las personas. La música que tocaba era mucho música brasileira, zamba, rap. Impartí varios cursos de ciudadanía y recuerdo que componíamos rap para concientizar, usar un lenguaje común. La música es un lenguaje universal que te acerca a las personas, siempre fue así en mi vida. Cuando comencé a trabajar aquí en Brasil, aún cuando la música no era foco del proyecto, fue un medio excelente para aproximarme a esa realidad.
En ese trayecto cultural Italia – Brasil – Cuba. ¿Cómo llega Cuba a tus proyectos?
Cuba llegó mucho antes de venir para Brasil. Pienso que la mayoría de los músicos que conozco y que se apasionaron por la música cubana, allá en Europa, fue luego de asistir el documental “Buena vista Social Club”. Ese documental internacionalizó la música cubana y la llevó al foco de atención internacional. Fue así para mi generación. Soy nacido en 1978 y para mi fue un momento muy marcante, la salida de ese documental.
En mi caso, como soy apasionado por la música y por el cine, ya conocía al director, Wim Wenders, que había realizado otros documentales sobre música. Cooder, quien creó toda esa experiencia, era un músico que yo conocía porque una de mis especialidades es la guitarra slide, un pedazo de plástico o metal que se usa para producir microtonos y tonos que no existen en las notas tradicional y de la que Cooder es una referencia. Y él llegó entonces con esa perla, creó esa realidad de aquellos músicos que no estaban activos desde hacía años.
Él fue para Cuba y produjo el disco, unió esos músicos que eran más antiguos, formó básicamente un grupo. Esa experiencia me aproximó a la música cubana porque, desde aquel momento, nunca más abandoné la música cubana, me apasioné por ella; incluso por el documental mostrar la cotidianidad de Cuba, escuchar a Compay Segundo diciendo que estaba esperando un hijo a los noventa años, a Ibrahin Ferrer mostrando la forma mejor de curar la resaca con un caldo de gallina, fue una inmersión en la cotidianidad cubana. Fue muy interesante también la cuestión de la religiosidad, de la santería, un tema que siempre me interesó, la religión de matriz africana en las Américas. El documental fue una introducción a ese mundo que me interesó cada vez más.
Han venido músicos del Buena Vista Social Cub a Florianópolis. Aquí estuvo Omara Portuondo y grabó un hermoso disco con María Bethânia. Antonio lanzó en enero del pasado año, el disco “Tabaco y azúcar” donde rinde homenaje, entre otras, a la música cubana.
¿Por qué el jazz para crear música cubana?
Los géneros son movimientos de ida y vuelta, nada existe independiente. Lo que más aprendí con la música es que las raíces no existen, ellas están en constante movimiento y renovación, fluyen todo el tiempo. Incluso algunas cosas que fueron creadas en la misma África volvieron para África y se modificaron como el reggae, también sucede con los ritmos afro-cubanos o algunos ritmos brasi
leiros. Ese movimiento de ida y vuelta, desde el punto de vista cultural y artístico, es muy interesante.
El jazz es como una salsa, una salsa principal. Haciendo una metáfora culinaria, ya que soy italiano. Pienso que el jazz es como una salsa de tomate, usted puede hacer todo con una salsa de tomate. El jazz da esa posibilidad de experimentar desde su lenguaje principal que es la improvisación. Es un lenguaje donde todo es permitido, un lenguaje muy abierto. Pienso que el jazz es más una forma de hacer música que un estilo musical. El jazz es uma forma de hacer música, con jazz puedes hacer cualquier tipo de música, permite todos los otros estilos porque no es un estilo cerrado. Es una forma más de pensar hoy en día.
En la sinopsis del disco, Antonio confiesa: “A las imágenes de la tierra y las raíces, los paisajes sonoros pintados en Tabaco y Azúcar contraponen la imagen del mar: un sistema vivo y en movimiento. La investigación que mueve todas las canciones transcurre por las rutas de algunos pueblos del Atlántico y del Mediterráneo, moviéndose en direcciones distintas e impredecibles a través de la libertad creativa del Jazz”.
“Quería explorar las posibilidades y sonoridades de una música híbrida y sincrética, que quiere disolver, en sus resbaladizos espacios marítimos, la dictadura simbólica de la sangre y la memoria, portadora tanto del mito de la pureza y perfección como de su contrario, reflejado en la corrupción y la decadencia” (Traducción nuestra del portugués).
¿Por qué Tabaco y azúcar como título del disco?
Vino de una investigación de mis estudios de Maestría sobre música afro-americana, principalmente en el Atlántico, y eso tiene que ver con la música brasilera, latina en general y cubana. Yo me encontré con un libro de un cubano, de Fernando Ortiz, “Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar”, es un libro clásico.
Ese libro cambió mi concepción de la cultura, sobre todo el concepto de transculturación que desarrolló para explicar los movimientos de la cultura cubana y, principalmente, la cultura afro-americana dentro de Cuba. Èl abre otro camino de la concepción, incluso política, de las cosas. Este concepto pone la cultura en movimiento, no la deja presa en aquellas definiciones nacionalistas o culturalistas donde usamos estereotipos para definirlas.
Otra cosa que me llamó mucho la atención de Fernando Ortiz fue la de ser el primer antropólogo histórico en poner acento en el sincretismo de las culturas africanas, porque esos pueblos en África no se conocían, no había contacto entre esos pueblos que fueron esclavizados y traídos para las Américas. Esa
idea del propio movimiento de las culturas africanas dentro de las Américas. Ese movimiento que existe entre las culturas orientó mi investigación. Inicialmente ese libro y luego el libro “El Atlântico negro” de Paul Gilroy, que es una transposición de ese concepto para el estudio de las artes y la música, en específico, en el Atlántico.
Desde su primer libro “Los negros brujos”, luego “Entre cubanos. Psicología tropical” hasta llegar a “Contrapunteo ...” hay un recorrido de superación impresionante en Fernando Ortiz, inicialmente influenciado por el italiano César Lombroso, médico criminalista, racista; pero esa etapa fue superada, se reconoce la influencia de la Escuela sociológica norteamericana y del contexto político de Cuba en los primeros años de la República.
Me llamó la atención que el prólogo era de Malinowski, el padre de la antropología moderna. Es un libro maravilloso que cruza la literatura porque utiliza esas metáforas de Doña azúcar y Don tabaco. El libro pone la cultura como forma de producción de las sociedades, una visión bastante marxista, según mi opinión.
Él me dio ese status para pensar la música de esa forma, siempre pensé la música de esa forma, pero el libro me ayudó a teorizar un poco mejor mis ideas. Al tratarse de una pesquisa de Maestría, yo leí muchos libros, biografías de músicos, buscando ese camino.
¿El disco es resultado de ese camino académico?
Más o menos. Él influenció mucho porque yo estaba detrás de un concepto. Yo quería escribir un primer disco inspirado en un concepto sobre la música que yo estaba practicando. Y este fue mi primer disco como solista con todas las músicas de mi autoría. Mi investigación me dio una dirección. Comencé a recorrer las rutas de los navíos esclavos intentando sincretizar, a mi manera, las varias formas musicales afroamericanas dentro de mi música y fuí siguiendo los distintos puertos y Cuba fue uno de esos puertos. El disco tiene dos o tres músicas mías que tienen una influencia fortísima de la música cubana.
En uno de los números, Crocco & Lampião, hay una intertextualidad con las notas del Manicero, una famosa pieza del cancionero cubano.
Sí. Fue una improvisación de Cristian Faig, el flautista, porque dejamos para que improvisara antes de comenzar el tema que ya estaba escrito y él citó el Manicero, esa música cubana. Todos los músicos que participaron en el disco tienen influencia tanto de la música cubana, como de la música latina; todos ellos han actuado en proyectos de música latina. Fue una elección bien pensada de los músicos para producir esa sonoridad.
Ese viaje dentro del Atlántico me llevó a una percepción del Mediterráneo, que es mi mar, el mar cerca del que yo crecí, de las playas a las que fui, el primer mar que estudié. Ese viaje me llevó al Mediterráneo a pensar las cosas dentro de la misma perspectiva de ver las culturas mediterráneas como una única gran cultura y una única geografía. Conocí la música sufi, la música griega, varios otros estilos musicales y comprendí que en el Mediterráneo también todo está influenciado uno por otro, todo mezclado.
La división entre oriente y occidente marcada por esa línea que divide la cultura greco-romana, como si fuera una cultura opuesta a la cultura del oriente medio y a la cultura africana, es una farsa. Solo conocer la música para ver que somos una gran comunidad. Ni en la música ni en la política funcionan las separaciones. Soy formado en Ciencias Políticas y pienso que en cuestiones políticas es igual, mi pensamiento sobre la música es igual a mi pensamiento político. Todo lo producido para separar a las personas y no para unirlas, es manipulación para sostener deter
minados intereses. La cultura mediterránea está muy marcada por esa dicotomía y a través de la música percibí que no es así.
Después del libro de Paul Gilroy y de asumir el concepto de transculturación de Ortiz, hay un libro muy raro que es “Mediterráneo blues”, de James Ian Chambers, que es como un atlántico negro del mediterráneo, esa fue outra gran influencia que me ayudó a estudiar las culturas mediterráneas desde esas perspectivas de la transculturación.
¿Cuáles son los nuevos proyectos?
Quiero disfrutar mi disco, llevarlo a las personas, hacer conciertos, porque aún no hice el lanzamiento en un teatro, el disco salió el 30 de enero de 2020, luego de un mes comenzó la pandemia y aún no he hecho un show. Quiero llevar mi disco antes de hacer un trabajo nuevo.
El disco me ha dado muchas alegrías, considerando que pasé el año del disco encerrado en casa, fue un disco que me trajo solo satisfacción, solo alegrías, sinceramente mucho más de lo esperado. El disco salió por DODICILUNE un sello italiano que es una referencia en el mercado fonográfico europeo. Fueron publicadas entrevistas y noticias sobre el disco en periódicos internacionales, salió en varias radios del mundo, desde Uruguay hasta Escocia, fue vendido en las mayores plataformas de discos físicos del mundo, como Amazon. A partir del disco comencé a ver mi trabajo de otra forma. Fueron nueve músicas, siete las grabé en Italia y dos en Brasil, algo que cambió de forma bastante radical mi carrera porque fui conocido por muchas personas por esa música.
Y será escuchado en Cuba, es una promesa, al menos en Holguín, una ciudad del oriente del país con una vida cultural muy rica.
Tengo varios proyectos en mi vida. Me gustaría pasar un año en algún lugar con un grupo de músicos locales para grabar, hacer eso en mi propia región, específicamente en el sur de Italia, con la música popular de esa región, y eso el jazz lo posibilita, transitar en otro lenguaje. Me gustaría hacer algunas monografías, el disco fue una antología, entonces hacer una monografía con el sur de Italia, llevar músicos de Brasil, vivir allá con ellos, estudiar la música de allá y componer un disco con ellos. Otra monografía en África, la música africana contemporánea es muy interesante. Y una de esas etapas sería Cuba, me gustaría absorber la cultura, la música, la religión, todo lo que el ambiente ofrece para crear mi propia música sobre la base de esa experiencia.
Con esos proyectos/ sueños cerramos la entrevista. A pesar de las máscaras y las distancias que los tiempos y espacios de pandemia imponen, la conversación fluyó espontánea y amena. Su disco envuelve una invitación inspiradora:
“En este clima de odio que se ha extendido en Europa y América en los últimos años, creo en la necesidad de nuevas elaboraciones de identidad, más humanistas, pacifistas y cosmopolitas, que en la música puedan encontrar una de las formas más bellas y efectivas de realización” (Sinopsis del disco, traducción nuestra del portugués).
Antonio resultó una persona de palabras y sonrisas fáciles. Su música pasa a formar parte de esa magia que envuelve no solo a la isla de Florianópolis, también a quienes encontramos en su arte, la magia de la isla nuestra.
ESPAÑA
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