La magia del encanto

Son el conocimiento y la sagacidad, la voluntad y el cariño hacia el Habano lo que distingue la labor femenina, amparada siempre en la belleza de lo genuinamente natural

2023-07-13T07:00:00.0000000Z

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Exclusivas Latinoamericanas

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Para cumplir con el principio de justeza en cuanto a participación femenina en el universo Habanos, las referencias deben superar los límites habituales. Su protagonismo alcanza cada vez más fuerza en los eslabones de esa cadena que enlaza la producción en la tierra con el disfrute final de una buena fumada. Aunque durante años se les ha visto señoreando los cultivos, laboriosas en la semi penumbra húmeda de las casas de tabaco o animando con sus saberes las enormes fábricas, hoy también es posible hallarlas en los centros de investigación liderando proyectos de ingeniería aplicada a la mejora de semillas y variedades o impulsando estrategias de comunicación para expandir la marca y el conocimiento sobre Habanos en el mundo. Y si a la luz de la contemporaneidad esos desempeños no lucen demasiado asombrosos, una mirada histórica devela la conquista de mujeres que lograron posicionarse en un campo tradicionalmente dominado por hombres: grandes hacendados, empresarios, eminentes políticos, artistas renombrados... Los primeros datos sobre la relación entre las mujeres y el tabaco de manera general se remontan a la época dorada de la Gran Manufacturera de Sevilla, en España, donde las obreras comenzaron a consumirlo hasta que las damas de alta sociedad lo incorporaron junto a otros elementos como símbolo de femineidad. También con el desarrollo de la industria filmográfica del siglo XX, muchas fueron las actrices y figuras públicas que hacían apariciones degustando Habanos, pero en Cuba, la definitiva incursión de la mujer como eslabón fundamental del proceso tuvo lugar a partir de 1959. Celia Sánchez es el nombre ineludible cuando se rememoran los iniciáticos días de la fábrica de El Laguito, los primeros Cohibas y el impacto de su calidad en la industria, a partir de lo cual las manos de mujer cobraron otro valor y comenzaron a ser altamente cotizadas por su capacidad de dar forma a productos mágicos, que con su disfrute abrían puertas a los mundos del placer. Su solidificada presencia rebasa el imperativo laboral o la fascinación pasajera por el consumo, alentada únicamente por el glamour. Por el contrario, ellas son acreedoras de un saber ancestral que no reconoce marcas de género ni cede ante banalidades de moda y se impone en el encanto del patrimonio, de lo autóctono o distintivo. Son el conocimiento y la sagacidad, la voluntad y el cariño hacia el Habano lo que distingue la labor femenina, amparada siempre en la belleza de lo genuinamente natural. De tal suerte, como expresión de igualdad, la mujer cubana revisa con cuidado las plantas en la vega, clasifica y une las hojas en la casa de tabaco, despalilla, tuerce, anilla y ameniza las jornadas con sus lecturas en la fábrica, mientras fuera de ella cata, promociona, vende y fuma.

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