ACCESORIOS cuestión de estilo

El hombre que gusta fumar tabaco bien sea por la elección de la marca o vitola, bien como cigarrillo o en picadura para liarlos, bien para fumar en pipas de los más variados tamaños, formas y materiales, o como pasta para mascar, utilizan los más diversos objetos y utensilios que los ayudan a obtener aquello de su agrado.

Desde los siglos XVII y XVIII se usaban ya la tabaquera o cajitas para llevar el tabaco en polvo o en rapé (variante del polvo) pues este se colocaba en el interior de la nariz para ser aspirado.

Al expandirse en el siglo XIX la venta por el mundo del Habano –o puro– para echar humo, se hizo necesario crear un estuche o tabaquera de forma tal que cada fumador pudiese llevar su fuma de forma segura y cómoda, y evitar daños en los Habanos o vitolas sueltos en los bolsillos. Así fue necesario también crear un estuche en forma de bolsa o petaca.

El recipiente más usado en Cuba era la bolsa de marino llamado en el país «vejiga». En un curioso anuncio aparecido en el periódico habanero Noticioso y Lucero de La Habana, del 15 de julio de 1835, se lee sobre la venta de «vejigas para tabaco. Se expenden en la Plaza de Armas, en la bodega que está entre dos barberías frente a los portales del Gobierno». Tan singular publicación recuerda unos versos del poeta Francisco Pobeda (1798-1881) donde relata sobre un recio campesino de los campos cubanos «(...) sacó Aguilar la vejiga \ que traía muy bordada/ y sus tabacos vegueros / reparte entre las muchachas».

La vejiga o bolsa de Aguilar era indudablemente de tela pues estaba muy bordada y contenía Habanos y no tabaco para liar. Las telas más usadas para esas bolsas eran el terciopelo y el canevá.

En las primitivas etiquetas de Habanos y cigarrillos cubanos del siglo XIX se observan damitas muy elegantes que fuman mientras cuelgan de sus muñecas esas bolsas. También para los Habanos se usaron las petacas (en Cuba tabaqueras). Este vocablo aparece en